Existen dos tipos de filtros polarizadores: los lineales y los circulares. En la actualidad, lo normal es encontrar circulares, ya que los lineales impiden el correcto funcionamiento de los objetivos con autofoco.
Los filtros polarizadores se caracterizan por dejar pasar únicamente la luz polarizada, y se utilizan para quitar o reducir brillos y reflejos.
Elimina los reflejos sobre superficies no metálicas como agua y cristal, especialmente con ángulos entre 30º y 40º.
Modifica la luz del cielo sin nubes, tornando el azul del cielo a un tono más oscuro, con lo que las nubes blancas se realzan frente al azul del cielo. Este efecto es interesante y varía en intensidad en función del ángulo respecto al sol.
Por dejar pasar únicamente ciertos tipos de luz, los colores del Arco Iris desaparecen a través de este tipo de filtros.
Si apuntas el objetivo directamente hacia el sol, o dejas el sol justo a tu espalda, el polarizador no servirá de nada. Cuando el sol está justo a un lado tuyo, y el objetivo apunta en perpendicular a su trayectoria, el efecto del polarizador puede ser tan intenso que consigas cielos casi negros a las dos de la tarde, aunque esto siempre se puede reducir girando un poco el filtro para dejarlo en una posición intermedia entre su mínimo y máximo efecto.
El uso más frecuente del polarizador es para aumentar el contraste y la saturación de los colores. Simplemente gíralo mientras miras por el visor, hasta que la imagen adquiera el aspecto que más te guste. Esto es especialmente útil para aumentar el volumen de las nubes, o el color de la vegetación.
Es uno de los filtros fundamentales que todo fotógrafo debe llevar en su bolsa. De hecho es, posiblemente, el único filtro cuyo efecto no se puede simular por software.
Félix Velasco
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